jueves, 13 de septiembre de 2012

La Espiritualidad de Santa Cruz

A menudo se nos pregunta por la espiritualidad característica de la Congregación de Santa Cruz. Nos preguntan los laicos que colaboran en nuestros apostolados, religiosos de otras congregaciones y sacerdotes diocesanos, como también personas que simplemente tienen una cierta curiosidad al respecto. Y, a decir verdad, a veces nosotros en Santa Cruz también nos hacemos la misma pregunta; no porque no tengamos o no conozcamos nuestra propia espiritualidad, sino porque nuestro fundador, el Beato Padre Basilio Moreau, a diferencia de otros fundadores de familias religiosas que estructuraron una espiritualidad muy elaborada, nos legó elementos, piezas fundamentales de una espiritualidad que la Congregación misma y cada uno de sus miembros en particular debieran desarrollar y encarnar en la realidad que le toca vivir.

Esta libertad espiritual implica una gran responsabilidad y, a la vez, un peligro para los que nos unimos a la gran Familia de Santa Cruz, porque siempre es posible y existe la tentación de dedicar toda nuestra energía al apostolado al que hemos sido asignados y no desarrollar nuestra espiritualidad que convierte nuestros esfuerzos apostólicos en una vocación. Sin embargo, por otro lado, en el uso de esa libertad encontramos las riqueza de una comunidad llena de diversidad, donde nuestras diferencias son un don para ofrecer a los demás.

Una espiritualidad es, en fondo, el punto de partida desde donde uno empieza a caminar hacia el encuentro con el Señor, y la forma en que se hace ese caminar. Es la postura que adoptamos de cara al Señor. Es obvio que para todos los cristianos ese punto de partida, ese caminar y esa postura es el Evangelio. Sin embargo, el Espíritu a través de los siglos ha ido suscitando diversas formas de vivir y encarnar ese único Evangelio, formas que destacan y enfatizan ciertos elementos y valores del Evangelio, siempre dentro del contexto de su mensaje de salvación, sin que ninguna lo agote.

Nosotros en Santa Cruz distinguimos ciertos elementos fundamentales de la espiritualidad que nos han legado nuestro Padre Fundador y todos aquellos que antes que nosotros siguieron sus pasos; aquellos que nos invitan a vivir los cuatro pilares de nuestra espiritualidad de Santa Cruz:
* La Divina Providencia: Dios está siempre presente y actuando en el mundo.
* La Comunidad: No hay una auténtica misión en Santa Cruz sin comunidad.
* La Misión: Es necesario poseer un verdadero celo apostólico, un desea de hacer que Dios sea conocido, amado y servido.
* La Cruz, Nuestra Única Esperanza: Nuestra fidelidad a Dios, como la de Cristo, trae consigo dolor, pero nos conduce a la resurrección y nueva vida.

Por último, lo importante para nosotros es dedicarnos con ahínco a la construcción de nuestra espiritualidad, nuestro camino hacia el encuentro con el Señor.

Padre Roberto Gilbo,CSC
Párroco
Parroquia Nuestra Señora de la Merced / Calle Larga


jueves, 6 de septiembre de 2012

UN EJEMPLO PEQUEÑO, UNA LECCIÓN GRANDE



Es difícil creer que acabo de cumplir un año en Chile trabajando como laica misionera para la Congregación de Santa Cruz.  Los meses se han volado, mientras me he encontrado más y más integrada y comprometida con mi vida y ministerio, acá en Chile.  Las amistades se han profundizado, las responsabilidades se han multiplicado, y como todos que trabajan por la Iglesia, entienden demasiado bien lo que digo; los eventos, proyectos, metas y quehaceres diarios que nunca terminan.  Así es que, entre otras cosas, mi experiencia como OLM de Santa Cruz en Chile ha sido un curso intensivo para entender lo que decía Jesús a sus discípulos en el evangelio de Mateo: “La mies es mucha y pocos los obreros” (Mt 9,37)  La ironía es que, dentro de ese desafío tan grande, también he descubierto esa belleza y ese gozo profundo, que da la motivación para seguir trabajando por la Iglesia, especialmente, junto a ésta familia religiosa, que he conocido en Santa Cruz, aquí en Chile.
Me da un poquito de risa pensar en mis primeros meses en Santiago.  ¡Nunca en mi vida había conocido a tanta gente!  Me acuerdo de mi primer día trabajando en el Colegio Nuestra Señora de Andacollo. Justo me tocó una jornada pastoral de tercero medio.  ¡Pasé el día intentando recordar a un montón de nombres y caras nuevas; participar en dinámicas desconocidas, entender lo que estaba pasando en los varios momentos de la jornada, y no mostrarme totalmente perdida!  Era una sensación de sentir, y a la misma vez, una mezcla de confusión, alegría, vulnerabilidad, curiosidad, nervios, motivación, y agradecimiento.  Es una sensación que me ha tocado vivir varias veces, trabajando en mi primera Fonda en el Colegio, cantando un Salmo en castellano por primera vez frente a toda la gente en la parroquia, descubriendo las mejores maneras de enseñar inglés a alumnos de la básica, participando en el Rosario del Alba durante el mes de María, y lo más impactante de todo, mi primera vez viajando a misiones con los alumnos del Colegio Nuestra Señora de Andacollo. 
Confieso honestamente que la gente que he conocido acá, me ha hecho sentir muy pequeña como laica misionera porque, por lo más que he intentado dar y entregar, he recibido tanto de los que he conocido en la parroquia, en el barrio, en el colegio, en la Congregación, y durante misiones—una hospitalidad y un cariño impresionante, que es característico de la gente chilena.  Me acuerdo de una visita a casa durante misiones cuando conocí a una abuela humilde que me ofreció a comer el único pan que había en su casa.  Ella tuvo los dedos torcidos por cortar leña por tantos años.  Me acuerdo pensando, “¿que puedo decir como “misionera” a esta mujer que ha conocido a gran sacrificio, el trabajo duro, y la entrega total todos los días de su vida. Una mujer que da la bienvenida a extranjeros a su casa, dándoles todo lo que tiene y dando de su propia necesidad. Ella era la viuda pobre del evangelio de Marcos, la que dio las únicas monedas que tuvo, mientras los demás solamente daban de lo que les sobraba. 
Quizás, yo la podría haber dado un oído para escuchar o unas palabras positivas, pero más que nada, estaba llamada a recibir de su vida.  Es un ejemplo pequeño, de una lección grande que he aprendido durante mi tiempo en Chile, que muchas veces nosotros, como discípulos, estamos llamados a reconocer los regalos, los dones, y los talentos de otros, y ayudarles a realizar dichos regalos, teniendo como única entrega, nuestras manos y nuestros corazones abiertos para recibirles.       
Seguramente, ha sido un tiempo de riqueza, y siento que he cambiado y crecido de muchas maneras.  Trabajando por la Congregación en Chile, he aprendido que, está bien dejar que Dios y personas te afecten, te desafíen, te abran los ojos a realidades distintas, y te hagan vivir pequeñas transformaciones.  A veces, cuesta, y me han tocado momentos complicados y dolorosos, en medio de los altibajos de estar lejos de familia, amigos, y mi propia cultura y tierra.  Momentos difíciles que te hacen cuestionar y dudar, y que, al final, se entretejen para formar una gran lección de como confiar en el amor de Dios y el camino que tiene pensado para cada uno de nosotros. Creo que si pudiera sintetizar todo lo aprendido durante este año, diría que la experiencia de trabajar como laica es un gran camino de descubrir como decir “si” a Dios a través de pequeñas acciones todos los días; en las múltiples conversaciones con alumnos, colegas, vecinos, y desconocidos en la calle, en las oportunidades infinitas de ser más paciente y compasiva frente al otro, estar abierta a aceptar responsabilidades que me sacan de la comodidad y seguridad, y en aceptar humillaciones y momentos vergonzosos con una sonrisa.  Ese desafío de decir muchos “si’” chiquititos a Dios, es lo que me han enseñando los alumnos, mis compañeros de casa, mis hermanos de la Congregación de Santa Cruz, y tantas personas que he conocido durante este año en Chile.  Y espero, y confío que, con el conjunto de “si’” chiquititos que decimos todos los días, Dios pueda hacer algo grande y bonito en la misión de Santa Cruz en Chile.

Bridget Mullins
OLM/Chile
Colegio Nuestra Señora de Andacollo      

jueves, 30 de agosto de 2012

Uno propone y Dios dispone!



Cuando era niño, junto a mi familia vivíamos cerca de la parroquia de San Carlos Borromeo, mi hermana y yo estudiamos en la escuela parroquial con las Hermanas de las Escuelas de Notre Dame, una congregación fundada en Alemania.  Al terminar los estudios en la escuela, fui al liceo municipal para enseñanza media.  Ahí, mi interés en música me dejó bien ocupado con el coro, la banda y la orquesta del liceo.
Fue más o menos en 5º o 6º básico cuando empecé a pensar en la posibilidad de ser sacerdote, pero también quise ser profesor.  Las hermanas en la escuela sospecharon esto, y al fin del año de 8º básico, la Superiora, que era nuestra profesora me pasó un tríptico de la Congregación de Santa Cruz, y me dijo: “Esto te puede interesar.”  Un par de años después, escribí a la Congregación y un sacerdote de la Universidad de Notre Dame vino a visitarme cuando estaba en 4º año Enseñanza Media.  Así, después de la graduación del liceo, entré a la Universidad de Notre Dame y al postulantado de la Congregación en Septiembre de 1952.  El año de postulantado pasó muy rápido, y en agosto de 1953 entré al noviciado en Jordan, Minnesota.  Terminado el año del noviciado, pronuncié mis primeros votos el 16 de Agosto de 1954, y volví al Seminario Moreau en la Universidad de Notre Dame, para continuar los estudios de filosofía en la Universidad.
Antes de terminar la Universidad, el Superior del seminario nos llamó para preguntarnos nuestra preferencia para estudiar teología: Washington, D.C., Francia, Roma o Chile.  Yo puse en orden: Chile, Francia, Washington.  Me mandaron a Washington.  Y ahí fui, para cuatro años de teología en Holy Cross College, Washington, D.C.  Pero antes de salir de Notre Dame, para Washington, pronuncié mis votos perpetuos en la Congregación en 1957.  Cuatro años de teología en nuestra casa, y educación musical en la Universidad Católica de los EE.UU. durante los veranos.  Me faltaba un semestre de educación musical cuando terminé teología y volví a Notre Dame para la ordenación sacerdotal el 7 de junio de 1961.  Ese verano de 1961, como sacerdote recién ordenado, me mandaron a Austin, Texas, para ayudar en la Catedral de St. Mary, y en agosto, tenía que volver a Notre Dame, donde viví en una de las residencias de los estudiantes como capellán de la residencia, y estudiando algo de consejería y psicología. 
En la primavera de 1962, el Superior Provincial me llamó y preguntó si todavía me interesaba ir a Chile.  Le dije que sí, y llegué a Chile un par de meses después, el 3 de julio de 1962, para hacer clases de música en el Colegio Saint George.  
Cuando llegué al Colegio, descubrí que la necesidad que tenían para un profesor no era para música, sino para inglés.  Así, el día después de llegar, sin hablar nada de español, entré para hacer dos horas de inglés en cada uno de tres cursos de segundo año humanidades (ahora 8º básico), más una hora cuidando la sala de estudio, para terminar el día cuidando a los alumnos castigados por haber hablado castellano durante el día (por reglamento tenían que hablar inglés todo el día entre ellos mismos, incluyendo los recreos).   El castigo siempre era memorizar un poema en inglés que estaba designado para ese día, y recitarlo correctamente para poder salir.  Todavía no estoy seguro a quién estaban castigando realmente, a los alumnos o a la persona que tenía que cuidarlos y escuchar a cada uno de los alumnos recitar el poema, una y otra vez, hasta decirlo correctamente.
El Padre Gerardo Whelan,CSC era el Prefecto a cargo de la disciplina, y decidió establecer el Colegio como Colegio Experimental.  Organizó un comité de profesores para preparar los planes y programas para el Colegio, y me nombró secretario del comité.  Después de tener todo listo y aprobado por el Ministerio y el Congreso, él fue mandado a los EE.UU. para estudiar en la Universidad de Chicago, y me dejó a cargo de implementar el programa en el Colegio.  Así, de 1967 hasta 1970, asumí la posición de Prefecto en el Colegio.  Esto también significó trabajar en el traslado del Colegio de Pedro de Valdivia a Vitacura, donde está ahora.  Pero al terminar el año en 1970, yo salí de Chile para estudiar en la Universidad de Illinois, en Champaign-Urbana.  Pasé 6 años en la Universidad, estudiando Filosofía de Educación (ya no quise más administración después de los cuatro años de Prefecto en el Colegio).  Terminé un Masters en Educación y el Doctorado en Filosofía de Educación en esos seis años, y el Superior Provincial me pidió volver a Chile para asumir el “nuevo” colegio que la Congregación había aceptado en Santiago, el Colegio Nuestra Señora de Andacollo.  Ahí llegué como Director en marzo de 1977.  Y así, he estado en Chile desde esa fecha hasta ahora, en el Colegio Nuestra Señora de Andacollo, el Colegio Saint George, y cuatro años (1996-1999) como Maestro de Novicios de la Congregación aquí en Chile.
Es importante saber que, la Congregación de Santa Cruz no es una Congregación grande, con muchos miembros, pero logra trabajar en muchos apostolados diferentes y en muchas partes del mundo.  Espero que crezca en números, porque con este mismo espíritu de entrega en el trabajo, podría hacer mucho para el bien de la Iglesia en todas partes donde se encuentre.  Aquí en Chile, y en toda América Latina, hay muchas posibilidades y muchas necesidades para todos los que quieren entregarse a un servicio de los demás en el Espíritu.  El Señor nos pide a todos, sin excepción, a amar.  Y no sólo pide esto, nos lo exige, para nuestro propio bien y para nuestra salvación.  La mejor manera de mostrar el amor que uno tiene es entregándose a los demás en el servicio.
Me parece que todo lo que me ha pasado durante estos años en la Congregación demuestra la verdad del antiguo dicho: “El hombre propone, pero Dios dispone.”  Puede ser necesario cambiarlo un poco, pero el sentido es lo mismo: “El hombre propone, pero Dios, por medio de los Superiores, dispone”.

Padre Roberto Simon,CSC

jueves, 23 de agosto de 2012

¿Por qué soy un Hermano de Santa Cruz?




Cuando estaba en enseñanza media, no tenía la menor idea que algún día iba a ser un religioso en la Congregación de Santa Cruz. Viví en un pueblo de 398 personas en Los Estados Unidos. Asistí en un colegio público de nuestro pueblo. No sabía que existía un grupo de personas con la categoría de “hermanos religiosos. Cuando me gradué de nuestro colegio, fui a una ciudad donde conseguí un trabajo en una compañía grande haciendo varios oficios de menor importancia. Recuerdo que, camino a mi trabajo, cada día pasé por un colegio grande que indicó que estaba dirigido por los Hermanos de La Salle. Pensé que ellos fueron un grupo protestante.  En mi colegio básico de la parroquia en mi pueblo, nadie nos mencionó que existía un grupo como los Hermanos religiosos. Solamente escuchamos que había religiosas y sacerdotes en la Iglesia.

Por casualidad, había una persona de mi pueblo que entró a la Congregación de Santa Cruz. Un día encontré, en su casa, un tríptico sobre los Hermanos de Santa Cruz. Al principio no me motivó la descripción de la vida de un hermano. Pero un día llegó la pregunta muy fuerte en mi mente ¿Por qué no ser un hermano de Santa Cruz? Leí nuevamente el tríptico, una y otra vez, al final me despertó una curiosidad. Decidí a buscar más información. Escribí al Director de Vocaciones y eventualmente tenía una reunión con el. Decidí entrar para averiguar la vida de los hermanos. A mi sorpresa, me sentí en casa desde el primer día.
Ahora, soy hermano de Santa Cruz por más de 50 años. Al realizar una reflexión de mis años anteriores, estoy tan agradecido por encontrar este tríptico. En mi vida religiosa, he tenido la oportunidad, no solamente de crecer en mi vida de fe y educación, pero también de trabajar junto a otros hermanos y sacerdotes en el servicio a otras personas.


De lo que estoy más impresionado, de nuestra congregación, es la flexibilidad que han tenido hacia mi, en darme tantas oportunidades y apoyo para crecer, incluso llegar a niveles que nunca había pensado, y que pudiera alcanzar. Siento que todos nosotros, los religiosos de la congregación estamos unidos, caminando en la misma dirección aunque muchos de nosotros hemos tenido la libertad de seleccionar varios caminos diferentes, para llegar a un mismo destino, servir a la Iglesia y a Santa Cruz. He tenido la oportunidad de vivir con otros religiosos que me han apoyado y desafiado para seguir creciendo en mi camino de conversión.

Al visualizar mi vida en Santa Cruz, puedo decir que he tenido varias oportunidades de trabajo y servicios, en la educación secundaria, en salas de clases; he trabajado con otros en proyectos de rehabilitación de adolescentes. He vivido, y espero seguir ayudando a jóvenes abandonados y abusados. He colaborado con otros religiosos y laicos en la preparación y distribución de alimentos para enfermos postrados. Hoy trabajo en la formación de talleres educativos para adultos en nuestra Parroquia de San Roque, en Peñalolen.
En fin, me siento agradecido por el aporte y ejemplos de otros miembros de la Congregación de Santa Cruz,  y de muchos laicos, con quienes he colaborado y me animan en mi camino de fe y orgulloso ser un parte de una organización como es la Congregación de Santa Cruz.
Hno. Donald Kuchenmeister,CSC
Casa de Formación – Santa Cruz

martes, 14 de agosto de 2012

África, tan lejos y tan cerca



Desde sus inicios la Congregación de Santa Cruz se ha destacado por ser  misionera. Contando con muy pocos religiosos el P. Moreau ya enviaba los primeros misioneros a Argelia, Estados Unidos, Canadá, y Bengal, actualmente Bangladesh.  Hoy día Santa Cruz trabaja en 18 países del mundo, muchos de ellos están entre los países más pobres en el mundo.
Durante cinco meses, pude conocer la labor que Santa Cruz realiza en África del Este, concretamente en Uganda, Kenia, y Tanzania.  Llegamos a  Uganda como Congregación hace más de 50 años y hoy día Santa Cruz ve los frutos pero al mismo tiempo los desafíos que significa la evangelización en estos países.  África es para la Iglesia y el mundo un continente de grandes esperanzas, pero al mismo tiempo con grandes pobrezas materiales, y  quizás sobre todo ensombrecida por la desconfianza en sus líderes políticos. 
La Congregación arribó en 1958, a una región llamada Fort Portal en el oeste de Uganda. La diócesis era tan extensa que hacía imposible al obispo local llegar a todos los lugares.  Quiso por esto invitar a una congregación de educadores y misioneros que pudieran atender a la tribu Tooro, una de las más importantes en Uganda. La congregación asumió esta misión dado que era un lugar muy abandonado, con muchas necesidades, pero al mismo tiempo una tierra que se veía muy fértil y generosa para la Iglesia católica.
Hoy día Santa Cruz tiene más de 60 hermanos y sacerdotes trabajando en esta región.  Las hermanas de Santa Cruz  quienes llegaron posteriormente, tienen alrededor de 30 hermanas.  Con algunas excepciones casi todos y todas son africanos, y ven como Santa Cruz se ha ido inculturando en esta zona del mundo. Actualmente tenemos más de 70 jóvenes preparándose para ser hermanos o sacerdotes. Muchos de ellos quieren trabajar como educadores y misioneros, y ellos reflejan toda la diversidad de lenguas y costumbres presentes en África del Este. Cada uno de nuestros seminaristas y hermanos en formación debe aprender al menos cuatro idiomas, los que le permitirán  posteriormente llegar a los lugares donde hay mayor necesidad, pero sobretodo transmitir una fe cristiana y católica que respeta y  valora la riqueza de cada cultura.
En estos 50 años, Santa Cruz ha sido bendecida por el crecimiento de colegios, primarios y secundarios, por parroquias donde los laicos y las comunidades de base mantienen una pastoral muy viva, por el trabajo misionero que atiende a lugares muy pobres, con caminos casi intransitables, villorrios sin agua potable y electricidad, sin embargo en nada dificultan el  transmitir una fe llena de alegría. Santa Cruz en África del Este quiere ser una comunidad de educadores en la fe, y tiene la riqueza de ser una comunidad valorada por la gente, con grandes ejemplo de vida como la del primer obispo de Fort Portal,  siervo de Dios Vincent McCauley csc , y reconocida ampliamente por la Iglesia de Uganda, Kenia y Tanzania.
Antes de viajar, pensaba en las múltiples enfermedades de las que podría sufrir, veía también lo difícil que sería vivir sin electricidad, sin agua potable, con mucho calor, y lleno de mosquitos.  Sin embargo, me he encontrado absolutamente con otra realidad. Vivir sin tener electricidad o agua potable, es algo a lo que uno puede acostumbrarse fácilmente, sin embargo cada nuevo día uno vuelve a maravillarse con los rostros que te regalan su sonrisa, el saludo que puede ser tres o cuatro veces en el día, o las conversaciones donde lo más importante es estar con otra persona.  La vida también es dura y requiere de mucho trabajo por parte del papá, la mamá e incluso de los niños, quienes cuidan de los animales.  Pero aquí no existe el apuro de las ciudades, y rara vez uno ve a un niño llorando. Cada familia tiene aproximadamente entre 6 y 10 niños, sin embargo cada hijo o hija es para ellos una bendición, ya que confían que Dios irá proveyendo de todo lo que necesiten.  Un seminarista me contaba hace unos días que para él era extraño ver que alguien necesitara retar a otra persona.  En su familia el papá o la mamá se sentaban con él y le explicaban cuando había cometido algún error, y le pedían que no volviera a hacerlo.  Entonces comprendí porque a los niños no se les ve peleando o gritando a los otros niños. 
La fe católica está creciendo mucho en esta parte del mundo.  Gran parte del trabajo de evangelización lo realizan los catequistas, que son en su gran mayoría hombres dedicados a atender las necesidades espirituales y también materiales de la gente. Ellos son líderes respetados en sus comunidades, y saben que tienen una gran responsabilidad en ser modelos para su comunidad local. Un domingo me tocó asistir a la liturgia dominical de una comunidad donde el sacerdote podía llegar sólo una vez al mes.  El catequista era quien precedía la celebración, y la iglesia estaba llena de gente como si fuera un domingo con el sacerdote presente.  La ceremonia duro más de dos horas, y los cantos de la gente con sus tambores, las palabras del catequista, las ofrendas frutos reales cultivados en el campo, y la participación activa de todos en la comunidad, reflejaban esa presencia de Cristo Resucitado en medio de su pueblo.  Dado que no había sacerdote y no es la costumbre de mantener hostias consagradas, ese día domingo no se distribuyó la comunión, sin embargo no por ello la gente se retiraron como si algo hubiera faltado.  Para ellos era normal que la presencia real de Cristo en la Eucaristía la entregaba el sacerdote cuando podía venir y celebrar la misa. Al finalizar la misa se remataron todos los regalos y productos que la gente había traído, eran el dinero para mantener al catequista, su locomoción, y las necesidades de mantención de la pequeña capilla católica de la comunidad. La comunidad recibe con gran alegría la noticia cuando uno de sus jóvenes quiere ingresar a la vida religiosa, o se prepara para ir al seminario.  Son para ellos el fruto de una misión y el signo de madurez en una iglesia que tendrá mucho que ofrecer a la Iglesia Universal.
Aunque la vida en las ciudades es algo diferente del campo, y la realidad de una parroquia en Nairobi, como Holy Cross Church en Dandora,  puede ser muy distinta de lo que se vive en Kitete, Tanzania, nuestra congregación ha sabido adaptarse a esta diversidad, y podemos decir, la preocupación por formar laicos como agentes pastorales, el trabajo en equipo con otros religiosos y en consejos pastorales, un trato directo y sencillo que construye ese espíritu de familia, y la evangelización unida con la construcción de comunidades de base, reflejan  ese sello propio que Santa Cruz puede ofrecer.  Santa Cruz ha dado muestra de ser capaz de llegar con la palabra de Cristo a los lugares más difíciles, y donde otros anteriormente han fracasado. Esa capacidad de aprender en la adversidad, es un don del Señor. 
La Iglesia necesita estar comunicada, conectada, sin embargo a pesar de internet y las nuevas tecnologías cada vez somos más selectivos en la información que estamos dispuestos a recibir. Pidamos al Señor tener ese corazón abierto de María que le permitió escuchar  la voz del ángel, pero también esa capacidad para reunir y conectar a los discípulos en la misión de Jesús.  África no está tan lejos, si realmente queremos conocerla, y aprender de ella. 
Padre José Ahumada,CSC
Rector 
Saint George´s College

jueves, 2 de agosto de 2012

Hermano de Santa Cruz


Hermano de Santa Cruz
Una vida entregada a Dios, amor entregado a todos

                 Mi visión de lo que significa ser un hermano religioso tiene los siguientes elementos como su fundamento:
*La misión de Jesús es anunciar el Reino de Dios. El Reino es justicia, solidaridad, fraternidad (o hermandad), paz, respeto, dignidad, etc.
*Jesús formó una comunidad de discípulos que están llamados a continuar su misión en cada tiempo y lugar en que les corresponde vivir.
*Porque creo en la hermandad, quiero ser un hermano.
*Creo en una Iglesia llamada a ser familia acogedora y Pueblo de Dios que viva concretamente los valores del Reino.
*Los Hermanos nos hemos sentido llamados por el Señor para dedicarnos a anunciar este Reino. Queremos que nuestro testimonio de vida y servicio vaya promoviendo un clima de hermandad, y por eso anhelamos compartir los sufrimientos y esperanzas de la gente que está a nuestro lado (enfermos, adultos mayores, jóvenes, niños, familias).
*Sentimos que el Señor nos ha invitado a vivir en una comunidad fraterna para que el Pueblo de Dios viva en fraternidad. Por eso, como religiosos, los Hermanos hemos renunciado a formar una familia, a tener nuestros propios bienes y hacer nuestra voluntad para ir anunciando con nuestra vida la hermandad que el Señor quiere.
Aunque sabemos que la vida religiosa no se identifica por las tareas que se puedan realizar. Es importante distinguir dos formas de servicio, así puede ser al interior de la comunidad eclesial, por ejemplo el ministerio de los sacerdotes y diáconos es  preferentemente hacia la comunidad cristiana en la celebración de la Eucaristía y los diferentes sacramentos.
En cambio, los Hermanos religiosos desarrollamos preferentemente un servicio hacia fuera de la comunidad eclesial en que proyectamos los Valores del Reino de Dios en los diferentes ámbitos de la sociedad como la educación, la salud, atención a  menores en riesgo social, adultos mayores solos y abandonados, jóvenes drogadictos, defensa de los derechos humanos, la justicia y la paz etc.
Desde el tiempo de los Hermanos de San José y posteriormente en la Congregación de Santa Cruz, muchos hombres han servido según sus talentos en los diferentes ámbitos mencionados. Por esto es necesario apoyar a los jóvenes en reconocer sus dones y fortalecer el liderazgo en la vocación de Hermano religioso de Santa cruz.
Debemos continuar la misión salvadora de Jesús desde la encarnación y la solidaridad.  Dios ha querido realizar la obra de nuestra salvación a través de la “encarnación” del Hijo: no desde el poder y la imposición, sino desde el abajamiento y la solidaridad con nosotros  ( Lucas 1, 26-38). Actitudes  que llegan a su plenitud en Mateo 25,35-40. De este modo, invitándonos  a reconocer al Señor en el hambriento, el  inmigrante, el desnudo, el enfermo, el encarcelado, etc.
Hno. Joaquín Parada Peragallo, C.S.C.
Parroquia Nuestra Señora de la Merced / Calle Larga

miércoles, 4 de julio de 2012

Ve! y profetiza!


Respondió Amós:
Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo, Israel’. Amós 7,14

En la lectura de hoy, el Profeta Amós describe el origen de su vocación: no es algo que deseó.  No es algo que el pidió.  Es algo que el Señor mandó, y el tuvo que cumplir.  El no vino de una familia de profetas.  A lo mejor, su familia no fue muy religiosa, pero Amós reconoció la voz del Señor en su vida y respondió.

Dado la experiencia de profetas en el antiguo testamento, nadie quiso ser profeta.  Fueron rechazados, perseguidos, hasta matados.  Siendo profeta no fue una carrera de seguridad.  De hecho, siendo profeta fue, y hoy en día sigue siendo, un papel de alto riesgo.  El profeta no habla del futuro, pero habla del presente, de realidades que muchos no quieren reconocer.  Tantas veces, preferimos ser ciegos en vez de saber lo que realmente está ocurriendo.

Esta lectura, habla de vocación;  habla de la experiencia del llamado de Dios.  El camino de Amós no fue fácil.  El camino de cualquier persona que quiere seguir al Señor jamás es fácil.  El Señor nos asegura la cruz en nuestro camino.  “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz cada día y me siga” (Lc 9, 23).

Cuando yo fui joven, también tuve cruces.  Vengo de una familia de cuatro generaciones de profesores.  Pensé entre carreras en leyes, política, periodismo, pero sentí que el Señor también me invitó a la vida religiosa.  Dudé, en un minuto, que pudría ser feliz en la vida religiosa.  Pensé, tal vez mi felicidad se encuentra en otro camino. 
Durante mi último año de colegio, viví un retiro que fue un poderoso re-encuentro con el amor de Dios.  El siguiente fin de la semana, un profesor de mi colegio fue ordenado sacerdote.  Hablé después de la misa con el obispo.  Yo había estado en un grupo vocacional antes pero esto formalizó la conversación.  Hablé con mis papás.  Ellos querían que yo encontrara la felicidad, donde sea.  Ellos apoyaron mi solicitud de ingreso al seminario, pero no estuvieron convencidos que este fuera mi camino.  Yo tampoco.  Pensé, humildemente (me río al decirlo así), que Dios se había equivocado y después de un año en el seminario me daría cuenta, y luego, iría a estudiar leyes u alguna otra carrera.  Al fin del primer año, me di cuenta que me gustó.  No fue fácil, pero me gustó.  Ha seguido pasando años, y no ha sido fácil, la vida religiosa y el sacerdocio, pero me gusta.

El camino como religioso y sacerdote de Santa Cruz, me ha conducido a ministerios y lugares que no esperé.  Vengo de una familia de profesores-- cuatro generaciones.  Al unirme a la Congregación, pensé que iba a ser sacerdote y profesor universitario.  Al contrario, el Señor me ha conducido a la vida de párroco y misionero.  Como Amós, no es algo que fuera planificado o que pasara por mi mente cuando era joven y, luego, de ser seminarista.  Pero el camino del Señor es más rico que cualquier camino que podamos imaginar para nosotros mismos.

También, estoy seguro de esto: el Señor nos llama a cada uno a algo especial. 
¿A qué te está llamando el Señor?  Estás escuchando su voz? 
Aunque te parece difícil su invitación, Él no te dejará sólo.  Él te acompañará en todo.  Escucha su voz.  Contesta.  Uno no sabe a donde irá el camino! 

P. Christopher Cox,CSC
Párroco
Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Andacollo